Escondido entre las calles arboladas del barrio del Retiro, La Montería invita a sumergirse en una lectura de la culinaria española donde tradición y destellos de modernidad coexisten con discreta dignidad. El restaurante encuentra su identidad en una propuesta centrada en el producto de mercado, especialmente en las carnes de caza y los pescados, cuya llegada a la mesa marca el pulso de cada temporada. Aquí, el ciclo natural de ingredientes guía una carta que cambia con sensatez, volcando la atención sobre la calidad del producto antes que sobre la pirotecnia del emplatado.
Al cruzar la puerta, la atmósfera resulta inconfundible: maderas oscuras, tapices de tonos terrosos y detalles que evocan el carácter rural de una montería, con toques elegantes –nunca recargados– que permiten al restaurante distinguirse tanto por su calidez como por su sobria personalidad. Una luz tenue acaricia las mesas, invitando al comensal a detenerse en los matices táctiles de cada elemento: el veteado de la madera bajo la palma, la loza robusta donde se presentan los platos, la sensación de abrigo que otorga el entorno.
En la cocina, el respeto por la receta tradicional no va reñido con la precisión técnica ni con un espíritu abierto a la revisión. La Montería se ha consolidado –sin grandilocuencia– como uno de los depositarios más rigurosos de la cultura cinegética en la capital, llevando a la mesa preparaciones como el lomo de venado o el guiso de jabalí, que combinan intensidad gustativa y sutileza de ejecución. La caza no se expresa aquí como un recurso arcaico, sino como un cauce para el sabor puro, afinado por la estacionalidad del producto y una creatividad contenida.
El chef opta por una filosofía culinaria donde la honestidad y el origen transparente de cada ingrediente se vuelven prioritarios. Su estilo podría describirse como una interpretación serena, inteligente, del recetario español: platos de perfil claro, donde la memoria gustativa se convierte en punto de partida y la innovación reside en el detalle bien resuelto, jamás en el artificio.
La Montería proyecta así una visión personal de la gastronomía nacional, ajena a la nostalgia fácil y firmemente enraizada en la cocina de entorno. La distinción Bib Gourmand subraya su coherencia: aquí, la elegancia brota de la elección del producto y del gesto preciso en la cocina, sin concesiones al exceso ni a la complacencia.
