La llegada a Els Casals despierta la sensación de transitar hacia un mundo paralelo donde el tiempo discurre al ritmo de la naturaleza circundante. La masía de piedra, original y sobria, se integra sin estridencias en el paisaje de colinas, convirtiendo cada comida en una prolongación de la vida campesina que la enmarca. El interior revela una transición sutil entre lo rústico y lo contemporáneo: muros robustos, maderas añejadas y textiles naturales reciben al comensal, mientras una luz serena filtra la atmósfera, reforzando la idea de recogimiento. Los amplios ventanales trazan una línea visual directa hacia los huertos y campos de la finca, recordando que buena parte de lo que aparece en la mesa apenas ha recorrido unos metros.
El discurso gastronómico que propone Oriol Rovira Prat parte de una premisa elemental: ensalzar el producto en su estado más genuino, evitando dobles lecturas innecesarias y manteniendo una claridad de sabores que parte del respeto absoluto por el territorio. La cocina aquí es extensión de la tierra; se cultiva, cría y elabora la materia prima bajo una misma filosofía de autosuficiencia. Rara vez en Cataluña se percibe una conexión tan tangible entre origen e interpretación culinaria, pues el menú se construye sobre las estaciones y el trabajo diario en la explotación familiar.
Lejos de la ornamentación vacía, la presentación de los platos destila sobriedad y propósito. Cada elemento responde a una función precisa, permitiendo que las texturas y los matices hablen sin distracciones. Uno de los distintivos más evidentes se percibe en creaciones aparentemente sencillas, como el huevo fresco de la granja servido con patata del propio huerto y trufa negra, donde cada ingrediente aporta una voz reconocible en la sinfonía del conjunto. La charcutería y las piezas de caza, omnipresentes en temporada, remiten a los saberes familiares y a la paciencia en los fondos y maduraciones, fundamentos imprescindibles de la casa.
Esta huella agrícola se adhiere incluso en los aromas; el aire de la sala sugiere leñosidad y humedad templada, evocando la cercanía de la tierra. Toda la experiencia gira en torno a una idea cuidadosamente orquestada: reinterpretar la tradición sin desligarse de sus raíces, pero sin detenerse en la nostalgia, plasmando en cada plato la vitalidad de una Cataluña rural siempre atenta al pulso de la modernidad.
