En la sierra de Guadarrama, un restaurante como Montia consigue que la experiencia gastronómica respire el mismo aire que los pinares y la quietud de San Lorenzo de El Escorial. Su cocina prescinde de excesos formales, apostando por una modernidad recogida en el detalle y un profundo respeto por el entorno: aquí, la innovación parte de la materia prima local, de las estaciones y de lo que ofrece cada jornada la tierra que se extiende más allá de la puerta.
El ambiente de Montia se define por una calidez natural: la madera domina el espacio y los tonos terrosos evocan los bosques circundantes, creando una atmósfera en la que cada elemento parece pensado para apartar al comensal del bullicio exterior. No hay espacio para florituras superfluas ni en la sala ni en la cocina; la decoración mira hacia el paisaje con discreción y el mobiliario invita a un silencio reflexivo, apenas quebrado por los sonidos discretos de la mesa.
La propuesta culinaria deja sentir el pulso de la temporada en platos que rara vez repiten combinación: cada menú traza un recorrido propio, decidido por el ritmo de la huerta y la proximidad de los productores –verduras de raíz, setas que recuerdan al sotobosque, caldos y jugos de sabores profundos que capturan el entorno con honestidad y sin artificios. Las técnicas empleadas, aunque actuales, conservan una sencillez respetuosa: fondos intensos, fermentados bien integrados, y una depuración en el emplatado que evita la estridencia. Los ingredientes nunca se pierden bajo el peso de la creatividad; al contrario, cada bocado quiere ser una interpretación clara y directa de la despensa local.
La modernidad, lejos de construirse a partir de la sorpresa fácil, se manifiesta en la búsqueda obsesiva del equilibrio en el producto y la sutil armonía entre memoria y presente. La filosofía de la casa, coherente y silenciosa, rehuye la notoriedad en favor de una personalidad culinaria precisa: interpretación autóctona libre de concesiones, cuidando el sabor esencial a través de técnicas que acompañan y no disfrazan.
El recorrido por la carta revela cómo Montia ha conseguido consolidar una identidad propia, ajena a modas pasajeras. Sus propuestas aspiran a la máxima expresión del producto a través de cocciones ajustadas y matices controlados, haciendo de la madurez y la comprensión del entorno su principal seña de distinción dentro de la escena gastronómica actual.