En pleno corazón madrileño, Kabuki se ha convertido en un enclave gastronómico donde lo japonés y lo mediterráneo despliegan un diálogo sofisticado, guiado con precisión por Víctor Serrano Martín. Nada más entrar, se percibe la notable atención a los detalles: la luz tenue y estudiada recorta los contornos de mesas de madera oscura, mientras una paleta de tonos neutros transmite una serenidad deliberada. El ambiente, lejos de grandilocuencias escenográficas, invita a una pausa consciente. La sobriedad y el refinamiento conviven en equilibrio, mientras pequeños acentos –un jarrón minimalista, la textura mate de los platos– insinúan el cruce de culturas que define toda la experiencia.
La propuesta culinaria de Kabuki se cimenta en un respeto casi reverencial al producto. Serrano Martín abraza los matices propios de las materias primas frescas, centrándose en la calidad intrínseca más que en las técnicas pirotécnicas. Aquí, pescados y mariscos de primera línea avanzan como protagonistas, acompañados por verduras seleccionadas y cortes de carne elegidos con exactitud. La cocina japonesa sirve de base, depurada y fiel, pero el chef introduce elementos mediterráneos con delicadeza: ciertas salsas o un inesperado uso del aceite de oliva logran aportar profundidad y carácter sin imponerse sobre la identidad nipona.
En la carta, el sushi y el sashimi manifiestan esa búsqueda de pureza: cortes precisos, colores que varían del coral al rubí, y un brillo que denota frescura impecable. Pero no pasan desapercibidas creaciones que exploran nuevas fronteras, como el singular nigiri de huevo frito con trufa negra, donde el contraste de texturas y aromas desafía las expectativas tradicionales. Los platos llegan a la mesa con una presentación contenida, propia de la alta cocina japonesa: porcelanas blancas, bandejas de madera y disposición cuidadosamente orquestada, donde cada ingrediente parece encontrar su función natural.
El recorrido por la temporada marca la evolución del menú; Serrano Martín apuesta por una temporalidad sincera, lo que confiere a cada visita la posibilidad de descubrir combinaciones inéditas, fieles a la estación y al mercado. La coherencia conceptual persiste en cada pase, evidenciando un trabajo sereno y consciente que trasciende los límites de la mera fusión y busca más bien un territorio propio entre dos tradiciones. La distinción en la Guía Michelin se comprende entonces como el resultado de una filosofía donde la honestidad, la técnica depurada y la curiosidad disciplinada conviven en equilibrio, dotando a Kabuki de una identidad singular y reconocible.
