Frank es uno de esos lugares en los que la cocina gallega se muestra con una claridad y una honestidad poco habituales. Bajo sus muros de piedra, el murmullo de la ciudad queda en suspenso y el tiempo parece transcurrir de otra manera. La atmósfera es serena, marcada por una iluminación suave y una disposición del espacio que favorece el recogimiento. Las mesas, espaciosas y libres de ornamentos superfluos, refuerzan la sensación de un lujo silencioso, donde cada detalle ha sido meditado para no distraer de la verdadera protagonista: la materia prima.
La carta dinámica, anclada en la temporalidad, revela una visión de la cocina en la que el producto local no es un simple recurso, sino el eje exacto sobre el que gravita todo el discurso gastronómico. En Frank, los pescados y mariscos, adquiridos a primera hora en las lonjas próximas, llegan al plato casi en estado puro, pero transformados por técnicas precisas que enfatizan sin distorsionar. El equilibrio entre tradición e innovación nunca se resuelve en una sucesión de gestos llamativos, sino que se manifiesta en emplatados minimalistas y en una búsqueda de sabor que rehuye la saturación.
La presencia de emulsiones ligeras, fondos reducidos con paciencia y el empleo de hierbas silvestres gallegas transmiten una identidad sin artificios. Cada ingrediente conserva su carácter, amplificado mediante contrastes delicados y matices inesperados en la textura o el punto de cocción. La estética de los platos, marcada por composiciones limpias y colores vivos, subraya esa voluntad de transparencia y honestidad: nada oculta, todo revela.
Ajeno al liderazgo carismático de un chef reconocible, Frank cultiva una filosofía coral. Un equipo que entiende la cocina como una labor de fondo, donde la voz colectiva imprime a la propuesta una identidad coherente, ajena a alardes y centrada en respetar el origen de cada elemento del plato. Lejos de las estridencias, su interpretación de la tradición gallega es sobria y reflexionada, sostenida por una técnica depurada que nunca toma el protagonismo.
En sus creaciones, la excelencia surge de la precisión y del respeto: ingredientes cotidianos que, gracias a la interpretación del equipo de cocina, adquieren una vibración singular. Frank no necesita acudir a recursos llamativos para defender su lugar entre lo más selecto del panorama gallego; su fuerza reside en la integridad con la que deja hablar al producto, sugiere la tierra del norte y demuestra que la modernidad puede ser una forma de rendir tributo a la esencia.
