En el entramado urbano de A Coruña, una puerta discreta da acceso a un espacio donde la creatividad culinaria se siente tan tangible como la luz cálida que perfila los contornos de mesas y obras en las paredes. Eclectic seduce desde las primeras impresiones: el aire fluye sin estridencias, invitando pausadamente al descubrimiento. Una armonía visual, fruto de mobiliario de líneas limpias y acentos contemporáneos, envuelve al visitante y prepara el terreno para una experiencia sensorial en la que nada parece quedar al azar, aunque tampoco se percibe rigidez.La cocina aquí es reflejo de una filosofía inconformista; la tradición gallega sirve de ancla para una exploración cosmopolita sin perder el respeto por el producto originario. Cada ingrediente -desde los pescados atlánticos hasta las hortalizas de la tierra gallega- es abordado con esa curiosidad característica del chef. Su enfoque podría definirse como una búsqueda deliberada de mestizaje, fusionando técnicas contemporáneas y guiños globales, pero siempre sometiendo la sorpresa al mandato de la honestidad del producto.A medida que llegan los platos, la atención se desliza hacia una presentación donde el color y la arquitectura de las piezas sugieren algo más que mero virtuosismo técnico. Las texturas conviven en equilibrio: emulsiones ligeras contrastan con crocantes trabajados al milímetro, y los cortes de pescado o carne revelan precisión y respeto al origen. No hay concesiones a la teatralidad; incluso las composiciones más arriesgadas eluden el exceso y parecen responder únicamente a la lógica propia de los ingredientes.El menú, que evoluciona al ritmo de las estaciones, desafía referencias fáciles. En vez de reproducir recetas clásicas con un barniz contemporáneo, aquí se rehúye la previsibilidad y se privilegia el diálogo entre sabores foráneos y locales. El resultado es una secuencia de bocados que, aún en su experimentación, mantienen siempre como fondo una fidelidad innegociable a la identidad gallega.No es frecuente encontrar espacios gastronómicos donde la técnica, la estética y la intuición convivan en tal equilibrio. En Eclectic, el acto de comer rehúye la obviedad y solicita la participación consciente del comensal, invitándolo a descubrir nuevas fronteras del gusto sin renunciar a la raíz ni al asombro discreto que despierta lo genuinamente inesperado.