En Caelis, la alta cocina encuentra un equilibrio singular entre la raíz y la precisión contemporánea. El espacio, de líneas puras y una paleta cromática sobria, parece pensado para templar el ánimo del comensal y afinar los sentidos antes de la experiencia. El juego de luces tenues, la disposición geométrica de las mesas y el ritmo pausado del entorno invitan a observar la escena al detalle: desde la textura de los materiales hasta cómo el sonido ambiente acompaña sin irrumpir. Cada elemento suma en una atmósfera que potencia la concentración y la expectativa de lo que va a suceder en el plato.
Romain Fornell, al frente del concepto, despliega una cocina que dialoga con su formación clásica sin ceñirse a nostalgias. Su técnica se percibe en el dominio de las cocciones y en el control de la ligereza, la textura y el contraste. Aquí predomina una búsqueda de pureza, no de espectáculo: el énfasis se coloca en la sofisticación del sabor y la tensión de los equilibrios, más que en construcciones visuales llamativas o en gestos superfluos. El resultado son composiciones donde cada ingrediente narra su matiz particular, apoyado por fondos que sostienen sin invadir y por guiños sutiles a la tradición francesa reinterpretada.
El menú avanza en secuencias bien diseñadas, donde se perciben cambios de clima y acentos de estacionalidad. Elementos como la lubina junto al salsifí, un plato que materializa esa fusión natural de mar y tierra, o los raviolis rellenos de bogavante, condensan la filosofía de Caelis: producto tratado con respeto, ensalzado por una técnica rigurosa y nunca sometido al exceso. No se trata aquí de alianzas forzadas ni de efectismo visual, sino de encontrar el punto exacto entre la sencillez y el refinamiento, entre la materia y la destilación conceptual.
La presentación responde a una lógica funcional: composiciones limpias, sin aderezos innecesarios, que dejan respirar los ingredientes. Emerge, al degustar, ese juego de texturas —lo crocante contra lo sedoso, el fondo yodado que desafía la suavidad de un puré, el destello ácido de una vinagreta cítrica equilibrando la untuosidad—. En Caelis, la modernidad no consiste en transgredir, sino en depurar. El resultado es una propuesta que revela identidad y madurez, reconocible tanto en el sabor como en el gesto silencioso de cada plato.
