Resulta casi imposible no detenerse ante el magnetismo que emana Tabaiba, ese restaurante de Las Palmas de Gran Canaria al que la alta cocina le ha abierto un espacio propio. Basta con cruzar el umbral de Calle Portugal para notar cómo la luz, medida y tenue, juega con las texturas de las maderas oscuras y las líneas puras del mobiliario. Aquí, el bullicio exterior queda atrás y la atmósfera responde a un concepto sereno, en el que la neutralidad de la paleta cromática y los guiños al verde de la vegetación local transforman el salón en un refugio introspectivo. Cada detalle parece calculado para el recogimiento, invitando a descubrir la experiencia grancanaria desde una perspectiva inédita.
En la cocina, la apuesta de Tabaiba se afianza sobre una lectura contemporánea de la tradición isleña. El menú se despliega como una travesía que desafía lo previsible en la gastronomía canaria, pero sin perder la raíz ni la honestidad del producto local. No es casualidad que los ingredientes resulten cien por cien atlánticos: frutas tropicales que aportan vértices aromáticos singulares, pescados de costa tratados con extrema precisión y una selección de hierbas y hortalizas cultivadas en la propia isla. Estos elementos no se aplican de forma literal, sino que entran en diálogo con técnicas vanguardistas, dando vida a presentaciones sorprendentes, alejadas del desenfado visual para lograr armonías de color y forma que evocan tanto la solidez volcánica como la ligereza del mar circundante.
En ese diálogo constante entre memoria y modernidad, platos como un sancocho reinventado o variaciones sobre el mojo verde se transforman; los sabores clásicos emergen con renovada pureza gracias a cocciones ajustadas al milímetro y composiciones que ponderan la nitidez y la ligereza. En los emplatados, la ingeniería visual nunca cae en el exceso: se privilegia la claridad, dejando que cada elemento hable por sí mismo. Las papas tradicionales pueden aparecer convertidas en cremas etéreas o espumas delicadas, mientras pequeños toques ácidos —quizás de maracuyá o cítricos de la isla— subrayan la frescura natural de los ingredientes protagonistas.
La filosofía del chef encuentra aquí su máxima expresión: reinterpretar la herencia canaria sin renunciar al futuro, siempre desde la fidelidad al entorno y una sensibilidad palpable en cada plato. El resultado es un recorrido sensorial perfectamente sintonizado con la variedad paisajística de Gran Canaria, al que no le hace falta alardear para confirmar su identidad.
