Al cruzar el umbral de Somiatruites, la experiencia comienza antes de que lleguen los primeros bocados. La luz tamizada entra a raudales por los amplios ventanales, proyectándose sobre muros de piedra y maderas pálidas, elementos que dialogan con la herencia industrial del entorno y la calma de la naturaleza cercana. La decoración minimalista, sin estridencias, se apoya en piezas de cerámica artesanal y textiles en tonos neutros, envolviendo al comensal en una atmósfera de sobria elegancia que invita a la reflexión y la pausa.
En este escenario, la cocina de David Andrés Morera toma el protagonismo. La propuesta gira en torno a la temporalidad, con ingredientes de proximidad seleccionados con un rigor casi reverencial. Cada plato revela una búsqueda sostenida de equilibrio: respeto por el producto, intervenciones medidas, y un manejo preciso de técnicas contemporáneas al servicio del sabor esencial del ingrediente. El chef elude artificios y ornamentos innecesarios; la sencillez se convierte aquí en campo fértil para la sofisticación matizada. Platos en los que el huevo de gallinas criadas en libertad se asocia con setas silvestres y perfumados matices de trufa logran un perfil sobrio, preciso, en sintonía con la estación y la tierra.
La presentación sigue esa misma línea: emplatados diáfanos, armonía de tonos y volúmenes, juegos de texturas que se descubren lentamente. Resulta evidente el cuidado en cada detalle, desde el pan elaborado a diario con masa madre, servido tibio y crujiente, hasta la acidez medida que realza una vinagreta sin eclipsar la frescura del producto central. La carta ofrece itinerarios flexibles que trasladan al comensal a través de un territorio gastronómico donde la raíz catalana se funde con alusiones contemporáneas.
El menú, lejos de la rigidez, refleja el ciclo de la naturaleza y esa voluntad de diálogo permanente con el paisaje de l’Anoia. Se percibe la huella de una filosofía que prioriza lo autóctono y lo sostenible, incluso en la cuidada selección de aceites y quesos artesanos, o en el sentido cromático de cada propuesta. La bodega acompaña la experiencia, acentuando la identidad local con referencias que consolidan la coherencia conceptual de la casa.
La identidad de Somiatruites se sostiene en la honestidad: una mirada culinaria sin grandilocuencias, pero con profundidad, que valoriza el entorno y dialoga con la tradición sin imitarla. Bajo la dirección de David Andrés Morera, la creatividad se expresa contenida, siempre al servicio del sabor, en un entorno donde cada elemento parece responder a una misma sensibilidad estética y ética.
