En una ciudad que celebra su herencia gastronómica a cada esquina, Beluga propone una interpretación singular de la cocina andaluza, navegando entre la temporalidad y el acento local con un lenguaje decididamente contemporáneo. A pocos pasos del bullicioso corazón malagueño, el restaurante se despliega como un remanso de calma, aislando del exterior a través de un diseño donde la madera clara, la cerámica de sus detalles y los tonos neutros trazan una atmósfera íntima, deliberadamente sosegada. El juego de luces tenues suaviza los contornos y guía la mirada hacia el protagonismo indiscutible de cada plato.La filosofía culinaria que define Beluga se apoya en el respeto escrupuloso por el producto autóctono, una apuesta que se traduce en colaboraciones frecuentes con proveedores regionales y en una carta donde el litoral, las huertas cercanas y las carnes seleccionadas se convierten en el nervio central de la propuesta. El chef concibe el menú como una sucesión de homenajes discretos a la memoria gustativa andaluza: recetas reconocibles, depuradas de artificios, pero renovadas con matices y texturas que sorprenden sin renunciar al relato de sus raíces.En mesa, la presentación evidencia un equilibrio preciso entre el respeto al producto y la búsqueda de una estética limpia, donde la técnica se expresa al servicio del sabor esencial. No hay barroquismo innecesario; la vajilla sobria y el cromatismo medido refuerzan la idea de una cocina que habla claro, sin máscaras. El aceite de oliva virgen extra, siempre presente, perfuma discretamente los pescados de roca llegados de la lonja, las verduras muestran crocancia natural y las composiciones enfatizan el ciclo de las estaciones, evitando tendencias pasajeras.El menú fluctúa según la despensa del día, reflejando una voluntad de adaptación que prioriza la frescura sobre la rigidez de la carta fija. En ocasiones, mariscos selectos o carnes maduradas encuentran espacio junto a reinterpretaciones de clásicos andaluces, en las que el chef busca equilibrio entre innovación y arraigo. La carta de vinos, cuidadosamente vertebrada en torno a referencias andaluzas —muchas de ellas poco habituales fuera de la región—, completa el discurso, explorando maridajes que potencian los matices de la cocina sin invadirlos.Beluga avanza sobre la fina línea que separa modernidad y tradición, sin respuestas grandilocuentes ni gestos forzados, defendiendo una visión personal de la cocina malagueña donde el auténtico protagonismo recae siempre en el producto y su entorno.