Descubrir Xerta es sumergirse en un relato que conecta Barcelona con la esencia más profunda del Delta del Ebro. La propuesta gastronómica que aquí se gesta se construye desde la mirada inquieta hacia el paisaje del sur: arrozales, humedales y la brisa marina vertebran la inspiración diaria en la cocina. El chef Fran López entiende su oficio como una búsqueda de equilibrio entre la memoria y la técnica contemporánea, manteniendo siempre el respeto por el producto local y su temporalidad. Su filosofía se percibe en cada detalle: la carta nunca olvida los orígenes, pero tampoco rehuye el diálogo con las técnicas más actuales.
Al cruzar el umbral de Xerta, el espacio invita al recogimiento pausado. La luz natural baña la sala, amplificada por unos grandes ventanales que ofrecen una atmósfera abierta y tranquila. La decoración habla con voz baja, en maderas claras y líneas puras; pequeñas referencias al Delta aparecen de forma sugerente, sin impostura. Hay una voluntad de mantener el foco en el ritual gastronómico, y eso se nota en la forma en la que la sala acompaña, nunca distrae. Los tonos neutros y la disposición racional del mobiliario refuerzan una serenidad que prepara al comensal para el viaje sensorial.
Sobre la mesa, la presentación es precisa y medida. Cada plato evidencia un estudio detallado de la materia prima: el arroz del Delta conserva ese punto de humedad que exige el paladar iniciado, y los mariscos y pescados, reconocibles en origen y frescura, mantienen la memoria de la lonja. Sin estridencias, el sabor se despliega en capas sutiles, realzadas por fondos claros y matices vegetales. Ejemplos como la reinterpretación del suquet o el trabajo con anguila y caviar de esturión muestran la voluntad de vincular técnica y territorio, sin caer en la caricatura.
El menú se construye como un recorrido por la geografía y la estacionalidad, donde la temporalidad decide el ritmo y la sorpresa. No hay espacio para artificios gratuitos: la autenticidad se busca en el producto y en el guiño respetuoso a la herencia culinaria. La experiencia, finalmente, se percibe como una invitación a mirar el sur desde Barcelona con una sensibilidad renovada, donde la elegancia emerge de la contención y de una identidad culinaria que no necesita alardes para afirmar su carácter.