Lienzo se revela como un espacio donde la alta cocina mediterránea encuentra una voz propia y alejada de los lugares comunes. Al adentrarse en su sala bañada de luz tenue, uno se ve envuelto por la calidez de muros en blanco matizado que atrapan la mirada en detalles artísticos sutiles—pinceladas de modernidad que remiten, sin estridencias, a ese nombre evocador. Las mesas, generosamente espaciadas, parecen diseñadas para el sosiego y la contemplación de la propuesta culinaria: nada sobra en el entorno, todo invita a centrarse en ese diálogo silencioso entre plato, entorno y comensal.
El sello de María José Martínez Vicente se percibe en cada elección y en cada matiz. Su filosofía se apoya en la exaltación honesta del producto; una materia prima que recibe el gesto justo: técnicas contemporáneas que nunca enmascaran la raíz de cada elemento, sino que lo acompañan hasta potenciar su naturaleza. Un rasgo singular reside en su fascinación por las abejas y la miel, con las que compone creaciones como su emblemático panal, un plato donde delicadeza y disciplina confluyen para rendir tributo a la riqueza botánica local.
Bajo su mirada, los ingredientes valencianos dibujan un paisaje sensorial donde sobresalen arroces perfectamente calibrados, hierbas frescas y cítricos empleados con moderación e inteligencia. La anguila o la alcachofa encuentran nuevos lenguajes gastronómicos, atravesados por el respeto a los ciclos naturales y una rigurosa estacionalidad que evita gestos superfluos. Las composiciones del menú degustación nunca caen en la extravagancia, sino que revelan una audacia medida; una búsqueda constante de equilibrio en la textura y el sabor.
El hilo conductor de la experiencia podría ser la serenidad: las texturas y los aromas conversan con el ambiente y con las piezas de arte que puntúan las paredes. La presentación de los platos, de una estética milimétrica pero despojada de artificios, refuerza la idea de la cocina como espacio visual y sensorial. Aquí, el postre no es mero cierre, sino un acto final calculado, con combinaciones que sorprenden por su precisión y su capacidad evocadora.
Lienzo se afirma como esa rara síntesis entre territorio y modernidad, en la que cada elemento está pensado para dar cuenta de una cocina pausada, viva y perfectamente alineada con la idea de origen. Un lugar donde el Mediterráneo se redescubre desde el detalle y la madurez creativa.