En El Ejido, bajo la luz franca de Almería y la brisa que insinúa el Mediterráneo cercano, La Costa refleja una versión depurada de la alta cocina del sureste español. El restaurante se ha hecho un nombre, no tanto por grandes gestos, sino por la confianza silenciosa de quien comprende los matices del territorio. José Álvarez Moreno comanda los fogones con una mirada que conjuga delicadeza y perspicacia: aquí, cada ingrediente parece elegido tras meditar su procedencia y su potencial narrativo en el plato.
El interior transmite calma y sobriedad. Los materiales nobles —maderas pulidas, textiles de tonos suaves— y una iluminación precisa, que ni disimula ni exagera, construyen un escenario en el que lo accesorio desaparece en favor de una quietud casi contemplativa. Es un espacio que predispone a la atención: mesas sin aderezos superfluos y paredes que no buscan distraer, sino subrayar la importancia del momento gastronómico.
La propuesta culinaria de La Costa se enraíza en la simbiosis entre lo terrenal y lo marino. La huerta almeriense y el mar de Alborán se entrelazan en una carta que cambia con los ritmos del entorno. No hay estridencias en las composiciones, sino un rigor técnico notable que trata cada materia prima con el mismo respeto. Así, resulta habitual encontrar pescados que llegan a mesa preservando la esencia de la bahía —lubina o cigalas tratadas a baja temperatura— donde el tacto sutil de la cocción resalta pureza y textura, realzados con emulsiones que aportan levísimos matices cítricos sin encubrir el sabor principal.
No pasan inadvertidas las incursiones vegetales: el tomate Raf, excepcionalmente dulce y carnoso, o los brotes seleccionados de los invernaderos vecinos, aparecen en armonía con productos del mar en escenarios cromáticos discretos, nunca recargados. Cada plato se presenta como una exposición contenida de color y construcción sensorial: un equilibrio entre lo visual, los aromas marinos —a menudo insinuados, nunca invasivos— y la textura, fundamental en la experiencia; los arroces melosos de la casa elevan la untuosidad del grano a un discurso propio.
La cocina de Álvarez Moreno se define así, por su rigor conceptual y su aversión a la estridencia. Los platos se presentan como síntesis, en los que solo permanece lo esencial. La Costa no renuncia a la creatividad, pero la emplea para reformular lo local, logrando un raro equilibrio entre la identidad almeriense y la inquietud por la excelencia técnica. El resultado se paladea en cada bocado, en el recuerdo limpio y persistente de una comarca y su despensa reinterpretadas con una mirada singular.
