Sin gluten, sin lactosa, sin carne ... En los últimos años, estos términos se han convertido en una parte habitual de la rutina de muchos restaurantes. En una época de preferencias dietéticas cambiantes, los menús pueden tener múltiples versiones para satisfacer los requisitos individuales de cada comensal. Una tendencia que ha pasado a ser un rasgo cada vez más importante de las listas de vinos y los menús. Con más invitados que se vuelven sobrios u ocasionalmente abstinentes, los vinos sin alcohol van en aumento, y el auge de las ventas globales de bebidas sin alcohol o con bajo contenido de alcohol así lo demuestran.
Según un informe de la empresa de datos IWSR con sede en el Reino Unido, las ventas de cerveza, vino y licores que contienen poco o nada de alcohol aumentarán más del 30% para 2024 en países como Brasil, Canadá, Estados Unidos y España. Pero el interés ha crecido tan rápido en el último año que muchos productores de vino lo consideran un nicho floreciente. Los restaurantes proponen maridajes que incluyen zumos, infusiones, kombucha y otras opciones. Pero muchos clientes todavía echan de menos una copa de vino, la icónica bebida que, a lo largo de los siglos, ha sido la mejor aliada de los encuentros gastronómicos.
Aunque el sector del vino ha apostado por el prometedor segmento de las bebidas sin alcohol creando productos sin alcohol que se convierten en éxitos ventas, algunas personas del panorama gastronómico consideran que las opciones disponibles aún son muy limitadas. Es el caso del sumiller Rubén Pol, de Disfrutar, el restaurante de Barcelona con dos estrellas Michelin.
Para Pol, reemplazar el vino por refrescos no es una opción. “Además de ser limitada, este tipo de experiencia tiende a ser aburrida. Sobre todo porque muchas veces otros comensales de la misma mesa beben vino y otras bebidas alcohólicas, lo que podría generar una sensación de segregación a los que no”, señala.