En Casas-Ibáñez, entre los campos de la Manchuela albaceteña, Oba- emerge como una propuesta culinaria que se desmarca de lo previsible. En este restaurante, Javier Sanz y Juan Sahuquillo desarrollan una cocina profundamente anclada en el territorio, donde la naturaleza y el ciclo vital de la despensa local son el punto de partida de cada menú. Una estrella Michelin avala su búsqueda minuciosa, aunque el reconocimiento parece casi anecdótico frente a la precisión con la que los chefs traducen la identidad de la región en algo completamente renovado.
La llegada al pequeño local revela una apuesta clara por la sobriedad: los tonos neutros de la mantelería, la calidez de una luz matizada, el susurro del minimalismo en el mobiliario. Todo parece diseñado para mantener al comensal centrado en lo esencial: la experiencia sensorial. Cada pieza de vajilla artesanal sirve no solo como soporte, sino como prolongación táctil de los sabores, mientras la atmósfera, libre de estridencias, enfoca la atención en lo que sucede sobre la mesa.
En la cocina de Oba-, la técnica se emplea no como fin, sino como herramienta para potenciar la materia prima. La sutilidad es palpable en platos donde el ahumado o los fermentados amplifican la profundidad sin enmascarar los matices naturales de caza menor o tubérculos. Aquí, el producto local —legumbres autóctonas, setas silvestres, hortalizas de temporada— se transforma mediante intervenciones contemporáneas, evitando cualquier exceso ornamental. La perdiz escabechada, reelaborada desde la memoria gustativa manchega, o los guisos de raíces, expresan el respeto por el recetario tradicional y, al mismo tiempo, una voluntad de mirar más allá sin desvincularse del pasado.
Sanz y Sahuquillo entienden la cocina como un diálogo entre entorno, historia y contemporaneidad —una especie de relato que se inscribe plato a plato durante la secuencia del menú. No buscan una modernidad forzada, sino un equilibrio entre reconocimiento y descubrimiento; una fidelidad selectiva hacia los sabores esenciales de la comarca, siempre interpretados a través de técnicas depuradas y una creatividad contenida que rehúye de la espectacularidad gratuita.
El resultado es una propuesta genuina, donde la gastronomía se convierte en una forma de expresión íntima sobre el entorno y sus estaciones. En Oba-, la innovación encuentra sus límites en el respeto a la identidad local, y cada gesto, desde la selección del producto hasta la presentación final, evidencia una convicción silenciosa, alejada de alardes, pero firme en su propósito de renovar la mirada sobre Castilla-La Mancha.