En el corazón de Almansa descansa Maralba, un restaurante que ha sabido consolidarse como referencia ineludible en la alta gastronomía manchega. Las dos estrellas Michelin que ostenta no responden al brillo superficial, sino a una cocina pensada a fondo, arraigada en la memoria y proyectada hacia el futuro. Fran Martínez García, al frente del proyecto, firma una propuesta que se adentra en las raíces de la cocina manchega para revelarlas con una nueva mirada, lejos de arquetipos o concesiones a la moda.Internarse en Maralba es encontrarse con un ambiente sereno, donde la discreción es parte esencial de la experiencia. La sala luce materiales cálidos, maderas claras y detalles que evocan la llanura manchega de manera sutil, sin recurrir al artificio. La iluminación —cálida, envolvente— subraya los tonos de cada plato y convierte la mesa en pequeño escenario, exento de distracciones, en el que el producto local cobra protagonismo. Sobriedad y armonía definen el espacio, pero ofrecen pequeños guiños a los paisajes secos y abiertos del entorno.La propuesta culinaria de Fran Martínez no se conforma con reeditar recetas tradicionales; va más allá, explorando la despensa local, incorporando recursos del Levante y guiños a influencias norteafricanas, que matizan y enriquecen el conjunto. Su filosofía podría describirse como una reivindicación del territorio, un homenaje a los ciclos del campo y la estacionalidad, y, a la vez, una búsqueda de ligereza y modernidad. El menú degustación no es solo un itinerario gastronómico, sino un recorrido sensorial por aromas y sabores que evocan guisos de la infancia y, al mismo tiempo, rompen moldes a través de técnicas contemporáneas.Entre sus creaciones emblemáticas resalta el gazpacho manchego reinterpretado, junto a pescados como el mero escoltado por verduras recientes de la huerta, y cortes de cordero que integran especias y matices terrosos en fondos de sabor profundo. Cada plato se presenta con una delicadeza casi pictórica, jugando con cromatismos ajustados y texturas precisas, sin desplazar nunca al ingrediente principal del centro de la escena.En Maralba, la excelencia no reside tanto en el despliegue visual como en la intensidad de sus esencias y en la fidelidad a un entorno a menudo olvidado en el gran relato culinario español. Detrás de cada elaboración hay una voluntad de investigación, arraigo y actualidad, que convierte cada visita en un viaje a la Castilla-La Mancha menos evidente pero más genuina y sorprendente.