Basta dar unos pasos en el umbral de El Retiro y se percibe inmediatamente el pulso de la Asturias más contemporánea, esa que dialoga sin estridencias con su entorno y sus raíces. La sala, pulida y serena, respira calma a través de sus líneas limpias y una paleta de maderas naturales que invoca los bosques del norte. Aquí no hay ornamento ajeno al propósito: cada detalle, desde las texturas de los revestimientos hasta el discreto juego de luces ámbar, está pensado como un eco visual de la naturaleza local, generando una atmósfera en la que nada distrae de la experiencia esencial de la mesa.
Lo que pone en marcha Ricardo González Sotres en cocina corresponde a una visión consolidada: su filosofía es la de intervenir el producto desde el respeto, confiar en la excelencia de la materia prima sin renunciar al poder evocador de la técnica contemporánea. En este espacio, la modernidad no se impone, sino que emerge; cada pase resulta una exploración meditada de lo asturiano, reinterpretando sin dogmatismos el recetario local. El Cantábrico, siempre presente, se traduce en pescados trabajados con cocciones precisas y presentaciones que desafían la gravedad por su depuración visual. Los vegetales de pequeñas huertas y los productos de monte —setas, tubérculos, hierbas— acuden a la cita en composiciones que alternan lo crujiente y lo cremoso, lo salino y lo ácido, refinando el discurso hasta convertirlo en una secuencia de sorpresas sutiles.
Destaca el equilibrio entre las formas geométricas de cada emplatado y la nitidez cromática: hay un rigor casi arquitectónico en cómo los ingredientes se disponen, un ejercicio de contención que cede protagonismo a los matices y aromas. La cocina de González Sotres busca que el comensal reconozca en el sabor una memoria tangible —el pulso del mar, la hondura de la tierra húmeda—, pero también desafíe sus expectativas en la textura y el aroma. No faltan pasajes donde el fondo intenso de un guiso tradicional se encuentra con una emulsión ligera o una espuma etérea, ni donde un pescado al vapor se apoya en la mineralidad de un aliño singular.
La propuesta de El Retiro se asienta sobre esa frontera difusa entre evolución y arraigo: lo local trasciende la anécdota para convertirse en lenguaje. Cada plato, desde su concepción hasta la última pincelada, reivindica la Asturias de siempre desde una mirada afilada y actual, en un espacio donde la cocina es, ante todo, un ejercicio intelectual y sensorial.