Se trata, entonces, del único fruto tropical del que proceden dos especias diferentes, además de comercializarse otros productos derivados de estos árboles, como los aceites esenciales extraídos de las oleorresinas y la manteca de nuez.
La nuez moscada y la macis tienen sabores parecidos, pero diferentes, al ser la macis algo más amarga y mucho menos intensa. El sabor de la nuez moscada destaca, en cambio, por ser más potente, cálido y resinoso.
Gracias a su característico aroma y a su versatilidad, la nuez moscada se ha usado desde la antigüedad para sazonar cualquier plato. Casa muy bien tanto con carnes como pescados, y también con verduras, legumbres, huevos, salsas e incluso con postres y bebidas, siendo, sin lugar a duda, una de las especias que no pueden faltar en la cocina.
Por su aroma único y delicioso, la nuez moscada siempre fue una de las especias más valiosas. Se sabe con certeza que fue una especia muy cotizada en la Edad Media y se cuenta, por ejemplo, que en la Inglaterra isabelina, con solo vender unas cuantas nueces, podía obtenerse el dinero suficiente para lograr la independencia financiera de por vida. También se dice que los sacerdotes romanos ya apreciaban las cualidades aromáticas de la nuez moscada y la quemaban como si fuera un incienso, aunque es una teoría sin demostrar.
Lo que sí es cierto es que el fruto fue introducido en Europa por los árabes en el siglo XI, extendiéndose rápidamente su uso entre las clases más acaudaladas y convirtiéndose en un elemento clave en la gastronomía de algunos países de Europa del este hasta el siglo XVIII.
Propiedades, beneficios y valor nutricional de la nuez moscada
Además de su envolvente aroma picante y dulce con un irresistible trasfondo leñoso, el poder de la nuez moscada radica en sus múltiples propiedades. La nuez moscada es una importante fuente de vitaminas A, B y C, folatos, riboflavina, niacina y minerales como el magnesio, el fósforo, el calcio, el hierro y el potasio y, por lo tanto, es muy beneficiosa para la salud.