En pleno Eixample barcelonés, Xavier Pellicer emerge como una oda al producto natural, articulando su propuesta alrededor de un universo vegetal que atrapa desde el primer instante. Nada más cruzar el umbral, la serenidad lo impregna todo; una paleta neutra de materiales nobles —maderas pulidas, piedra mate, textiles suaves— evoca refugio y modernidad a partes iguales. La luz, matizada y estratégica, recorre los espacios sin estridencias, envolviendo cada mesa en un halo íntimo que invita a fijarse en los detalles tanto de la estancia como de los platos.
La filosofía de Xavier Pellicer trasciende la habitual distinción entre cocina vegetal y tradicional. En su visión, las hortalizas no juegan un papel secundario; se colocan en el epicentro de la experiencia, tratadas con un respeto técnico y conceptual que hasta ahora parecía reservado a los productos más lujosos. Interesa aquí el origen, la variedad y la biodinámica, procedencias que se expresan con nitidez en cada preparación, sin tapujos ni afeites innecesarios. La sencillez aparente guarda tras de sí una exploración profunda de las texturas, los matices y los cambios sutiles que aporta cada estación.
En la mesa, la estética responde a una precisión casi escultórica. Cada plato aparece como un pequeño lienzo, sobrio y dialogante, donde el color intenso de un tomate recolectado esa mañana o la tersura translúcida de una berenjena ahumada contrastan con fondos delicados y pinceladas de hierbas frescas. El sabor —claro, directo y prolongado— hace justicia al compromiso con el producto: nada enmascara, todo revela. En ocasiones, una emulsión ligera o el destello fragante de un aceite prensado en frío realzan la identidad de cada vegetal.
Pero en este universo vegetal no se elude la proteína selecta. Pescados cocinados con delicada precisión o cortes de carne de pasto se integran desde la mesura, lejos de cualquier protagonismo grandilocuente, acompañando o dialogando con la paleta vegetal sin invadir el territorio propio del jardín.
La atmósfera refuerza la introspección: la acústica amortiguada y los tonos apagados del entorno favorecen una degustación reflexiva, casi meditativa. Más que un concepto, aquí la sostenibilidad y el respeto por la naturaleza informan cada decisión, guiados por una inquietud constante por la evolución. En Xavier Pellicer, la contemporaneidad gastronómica se resume en un retorno a lo esencial, donde el oficio y la honestidad marcan la verdadera excelencia.