Respirando el aire sereno del entorno rural de Matapozuelos, La Botica despliega una cocina que nace de la observación y el profundo respeto al paisaje que la rodea. Miguel Ángel de la Cruz García encabeza este proyecto, que se ha distanciado de los focos convencionales para adentrarse en una exploración honesta y meticulosa del producto local. En este rincón castellano, todo parece dispuesto a favor de los sentidos: la luz tenue se filtra suavemente a través de ventanales antiguos, acentuando los tonos piedra de las paredes y el mobiliario elaborado con maderas robustas. No hay lugar para la ostentación; la atmósfera convoca a una calma sosegada, invitando al comensal a prestar atención a lo esencial.
En La Botica, la naturaleza cercana permea cada detalle. La vajilla artesanal dialoga con el linaje de la tierra, mientras la decoración teje un vínculo casi imperceptible con la memoria rural —ramas secas, paisajes plasmados en detalles sobrios y textiles de fibras naturales aportan al entorno una calidez reposada. La sala evoca una casa de campo reimaginada desde la contemporaneidad, donde el aire se impregna de aromas verdes y de notas a resina y tierra húmeda traídas por los ingredientes. Se traslada así una sensación de continuidad con lo que sucede fuera, en los pinares y huertas circundantes.
El menú huye de construcciones grandilocuentes; aquí, el protagonista es el respeto absoluto por la temporalidad. Las hierbas silvestres, los piñones y otros frutos modestos del campo castellano adquieren una nueva dimensión gracias a técnicas depuradas y una mirada creativa. Platos como el arroz cremoso de piñones o la interpretación de la sopa de ajo con matices herbáceos ponen de manifiesto esa voluntad de dignificar el producto olvidado, reconvirtiendo lo cotidiano en singular. El rigor en la elección y tratamiento del ingrediente resulta evidente, especialmente en las texturas y la profundidad de los sabores, que se desvelan sin artificios y transmiten la esencia del entorno.
Las elaboraciones se presentan con una sobriedad estudiada: sobre soportes de cerámica o piedra, las composiciones preservan el protagonismo de cada elemento, evitando el exceso decorativo y la superposición innecesaria de ingredientes. Cada plato remite a un paisaje concreto, trazando una conexión sutil entre recuerdo y experimentación. La propuesta de La Botica, articulada bajo una filosofía de respeto y curiosidad, resultará imprescindible para quienes buscan en la mesa una expresión fiel de la nueva identidad castellana.
