La producción cárnica (y, en concreto, la producción industrial de carne) tiene un efecto perjudicial a largo plazo en el medioambiente y la mayoría de los expertos afirman que los peores daños se manifiestan en el cambio climático. La ganadería contribuye enormemente a la degradación del suelo y del agua, la lluvia ácida, la pérdida de biodiversidad y la degeneración y deforestación natural. En pocas palabras, es muy posible que nuestra forma de alimentarnos esté destruyendo el planeta.
Con el fin de mitigar los daños, tanto ecologistas como profesionales culinarios siguen buscando opciones proteínicas sostenibles y es ahí donde ha surgido una alternativa sorprendente al consumo de la carne tradicional: los insectos. Hay más de 1.900 especies de insectos comestibles y muchos ya se consumen en países de Centroamérica, Asia y África, pero convencer a la gente de otras partes del mundo de que añadan bichos a su cena supone un reto mucho más grande: algo que podríamos superar si la gente supiera lo ricos que están los insectos.
Hay que señalar que cocinar con insectos y comerlos a menudo no tiene nada que ver con la escasez de alimentos ni con la ausencia de opciones comestibles. Tampoco significa que una sociedad sea ‘primitiva’. En todo el mundo, los insectos se sirven como comida callejera o llegan a las aclamadas mesas de establecimientos de alta cocina. Un paseo culinario por el mundo nos revela algunos de los manjares con insectos más interesantes que se han posado nunca sobre un plato (o brocheta).